DICIEMBRE
Aquel día de diciembre, entre apuros, tráfico y gente, conocí la inmensidad de sus labios; Senderos rojos, luminosos, bordes infinitos, brillantes, montañas florales, rebosantes. Sentirse diminuto es casi obligatorio, recorrer sus caminos una necesidad, el trayecto es extenso y quizás imposible de terminar, sin embargo, el tiempo que permanecí fue satisfactorio, te renueva con cada paso, realza el espíritu, alimenta el alma y la sed desaparece. Los descansos fueron sentarse en una esquina para ver el espectáculo comenzar; las luces del universo se encendieron y solo necesite girar en él. Aquel día de diciembre, terminó al separarse nuestros labios. Retorne al mundo, de nuevo gente discutiendo, carros transitando, semáforos cambiantes. ¡Ah! y yo, mi amigo, preguntaba como el universo puede caber en sus labios.