MORALIDAD VS. MOJIGATERÍA


¿Desde cuándo la decencia se volvió un bien escaso? Según la definición, decencia, es el acatamiento externo a las convivencias sociales y a las buenas costumbres; en otras palabras es obedecer a los “normas conductuales” dictadas por la moral, con el fin de conservar una estabilidad social.



Cada grupo cultural, tendrá su propia concepción de “lo correcto y lo incorrecto”, incluso cada persona validará su individualidad respecto a sus costumbres, de acuerdo con su idiosincrasia influenciada directamente por la familia y modo de educación, inclusive en muchos casos por la religión que siga.  Todo esto es positivo, siempre y cuando se respete la forma de pensar y actuar de las demás personas, sin juzgar comportamientos ajenos, ni escandalizarse por actitudes, que tal vez vayan en contra de nuestra moralidad o de lo cotidiano para nosotros.


                                                
A qué va todo esto. A las personas que actúan de una forma diferente a la que pregonan; quienes tienen su “decencia” solo de dientes para afuera; quienes aplican la ley del embudo: “lo ancho para ellos, lo angosto para uno”; a quienes hacen alguna trastada y se ocultan tras la moral como signo de cambio, cuando afrontar el problema con otra actitud es más efectivo que escapar del mismo; a quienes hacen las cosas mojigatamente, se vanaglorian de su “impecable” comportamiento y se placen señalando a las personas que caen fuera de las “buenas costumbres”, cuando ellos mismo muchas veces hacen cosas peores , pero es mejor no hablar de “eso”, por no dañar su imagen; a quienes tienen sus deslices de comportamiento, pero es mejor callarlos por miedo a la crítica, y huyen a una “moral de arrepentimiento”.

La moral y la decencia deben ser una herramienta para acercar a las personas, respetando la diversidad de criterios y opiniones, no para separarlas por la intolerancia a otras corrientes de conducta. La ética y la propia conciencia humana nos deben hacer actuar de una forma coherente con lo que pensamos, tener concordancia entre hacer y decir, y sobretodo no juzgar con hipocresía a otros cuyas acciones nos parecen incorrectas, recordando que alguna vez también pudimos haber caído en un “comportamiento inadecuado”. 


Escrito por: Paúl Pozo Follow me: @PapoTUMA
Editado por: Gerardo ArmijosFollow me: @gerarldauc

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